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Op-ed: COVID-19: el fracaso de África será un fracaso mundial

4 junio 2020
ITC Noticias

No cabe duda de que la pandemia del coronavirus va a desencadenar los cambios económicos más importantes que vamos a experimentar durante generaciones. Lo vemos en todos los informes que se publican sobre el aumento de fallecidos y los cierres de negocios. En la mayoría de los países, el impacto va a ser grave, pero, en los países en desarrollo —y, sobre todo, en los africanos— podría ser catastrófico.

Celebro las iniciativas de financiación que están cobrando impulso para apuntalar los frágiles sistemas sanitarios del continente africano. Si la insoportable presión del COVID-19 está haciendo tambalearse a los sectores sanitarios de los países desarrollados, no es difícil imaginarse su impacto en el sector sanitario de determinados países de África, algunos todavía recuperándose de la epidemia del ébola.

El costo del COVID-19 para el sistema económico mundial

El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, se ha referido a la crisis del COVID-19 como la crisis más compleja a la que se ha enfrentado la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.

Ha apelado a la creación de un fondo de 2 000 millones de $ para ayudar a los países más vulnerables durante la crisis, pero el costo de la pandemia del coronavirus para el sistema económico mundial va a ser mucho más alto.

Además de ayuda para sus sectores sanitarios, lo que los países en desarrollo necesitan es apoyo para mantener sus economías a flote y para evitar que las microempresas y las pequeñas y medianas empresas (mipymes) cesen su actividad.

Cada situación de quiebra o de cierre de un negocio, cada cosecha sin recoger o cada caída de los pedidos en línea se traduce en la pérdida de empleo y, para muchas familias, en la pérdida de su única fuente de ingresos.

La Organización Mundial del Trabajo (OIT) ha estimado recientemente que podrían perderse 25 millones de empleos en el mundo como consecuencia del COVID-19.

En África, donde se deberían crear de 12 a 15 millones de empleos al año para poder absorber el ritmo de crecimiento de la población, estas cifras podrían ser catastróficas. La recesión mundial podría arrastrar al continente a una espiral negativa y descendente.

Pérdidas para el comercio

Varias de las empresas exportadoras con las que trabaja mi organización, el Centro de Comercio Internacional (ITC), han perdido sus ingresos de la noche a la mañana como consecuencia de una caída masiva de la demanda de clientes europeos.

Es el caso, por ejemplo, de Florencia Blooms, una empresa de Kenya que se dedica al cultivo y la exportación de flores, con la que trabaja el ITC.

En estos momentos, esta empresa solo está exportando al 30 % de su capacidad y cada vez tiene más problemas para enviar sus productos a causa de las perturbaciones del transporte aéreo. Por si fuera poco, la pandemia del COVID-19 ha coincidido con la temporada alta del sector, agravándose su impacto. Mientras las flores se marchitan en Kenya, miles de trabajadores ven peligrar sus puestos de trabajo. Si bien los países desarrollados poseen recursos para tejer redes de seguridad social, los ciudadanos o las empresas de los países en desarrollo no suelen tener nada a lo que poder recurrir si cae la economía.

Los bancos, bajo presión

Los bancos africanos también empezarán a sentir una creciente presión, con la posibilidad de no poder proporcionar las ayudas vitales, tan necesarias para las mipymes como préstamos, créditos y un alivio de la deuda a largo plazo, puesto que ellos también podrían necesitar financiación para mantenerse a flote.

Aunque la inyección de liquidez a los bancos, como ha hecho Sudáfrica, aliviará temporalmente la presión, estas medidas de supervivencia tienen sus limitaciones.

Renunciar a importantes cobros

Otras medidas, como la suspensión del pago de los intereses de la deuda, a las que han apelado dirigentes africanos, así como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, mitigarán parte de la presión que pesa sobre las economías africanas.

Yo me sumo a este llamamiento a los acreedores para que renuncien temporalmente a los cobros más importantes en los países en desarrollo y en las economías más pobres y más vulnerables, como los pequeños estados insulares en desarrollo, con elevados niveles de endeudamiento, que dependen del turismo como principal (o única) fuente de ingresos.

Esta combinación de medidas proporcionará cierto alivio a las mipymes africanas, muchas de ellas al borde del abismo. Aunque muchas de ellas se quedarán, inevitablemente, por el camino, debemos asegurarnos de salvar a tantas como sea posible.

Una solución pasaría por asegurarse de que los inversores mantengan su compromiso con África y las empresas africanas.

Los nuevos análisis de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo apuntan a que la inversión extranjera directa podría caer un 40 % este año como consecuencia de la pandemia del coronavirus. En el caso de África es previsible que la caída sea muchísimo más acusada.

Insto a los inversores —tanto nacionales como extranjeros— a que pongan de su parte para velar por la viabilidad y la sostenibilidad de las economías africanas. Es el momento de que los sectores público y privado inviertan en las mipymes africanas, les ayuden a vencer al COVID-19 y contribuyan a que la puesta en marcha de la Zona de Libre Comercio Continental Africana siga su curso.

Impulsar los mercados, no las barreras

Tampoco olvidemos que tenemos que mantener abiertos los mercados para el comercio de mercancías, medicamentos y productos higiénicos que ayuden a los países en desarrollo a frenar la propagación de la pandemia. No es momento de erigir barreras.

El comercio debe seguir activo.

Celebro los compromisos adquiridos por los dirigentes del G7 y los ministros de comercio del G20 para mantener el flujo transfronterizo de suministros y equipos médicos vitales, productos agrícolas críticos y otros bienes y servicios esenciales. Como afirmó Roberto Azevêdo, el Director General de la Organización Mundial del Comercio: “Queremos que los fabricantes se centren en maximizar la producción y no en buscar la manera de abastecerse internamente ni en si los materiales o componentes importados van a llegar o no”.

Una solución mundial nos engloba a todos

Se ha dicho reiteradamente que esto nos afecta a todos y que los problemas mundiales exigen soluciones mundiales.

Nuestros esfuerzos iniciales se centrarán, acertadamente, en apoyar a los sistemas sanitarios más frágiles, pero también debemos proteger a las empresas, los empleos y los medios de subsistencia.

Si dejamos que África fracase, fracasamos todos.