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Iniciativa empresarial de la mujer: Una fuerza de crecimiento

2 julio 2012
ITC Noticias

Los datos del Informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor) más reciente indican que las mujeres representan alrededor de un tercio de la nueva actividad empresarial y un cuarto de la actividad empresarial establecida en países del mundo entero. Esos datos son un paso importante en la medición del aporte de la mujer al desarrollo mundial. Desde hace mucho tiempo, los defensores de los derechos de la mujer reconocen que las mujeres son una fuerza potente de desarrollo social y económico. Además, son el grupo más grande de consumidores en la mayoría de los países y consumidoras compasivas que se centran en los esenciales servicios económicos y sociales como lo muestra la experiencia de organizaciones de microfinanza y desarrollo. Esos comentarios trajeron aparejado un nuevo entendimiento de la importancia que reviste invertir en la participación económica de la mujer en países en desarrollo y economías avanzadas.

Aunque las mujeres participan ampliamente en el sector informal, suelen estar subrepresentadas en los datos de empleo y registro de empresas. Muchas trabajadoras de ese sector realizan actividades empresariales, pero se centran en el trabajo asociado con las responsabilidades familiares y el desarrollo de la comunidad local. Incluso en las economías más avanzadas donde un gran número de mujeres abre y desarrolla empresas formales, a menudo son asociadas silenciosas en empresas de participación, en particular, en calidad de propietarias minoritarias de empresas familiares y son menos propensas que los hombres a registrar su empresa. De ahí que en algunos países, el trabajo de las mujeres pueda generar ingresos sustanciales, pero ese trabajo no figura en los informes o ni siquiera se considera tal.

La fuente de datos más completa de la actividad empresarial en el mundo entero es el censo de población anual del programa de investigación del GEM (www.gemconsortium.org). Todos los años, equipos nacionales del GEM entrevistan a unas 150.000 personas de más de 50 países para conocer mejor las percepciones, el predominio y los tipos de actividad empresarial que impulsan el crecimiento nacional. El empresariado femenino es una de las medidas clave del informe del GEM; en cada país se estima el número de mujeres y hombres adultos (de 18 a 64 años) que abren una empresa, o bien, que poseen o administran una empresa de menos de tres años. El predominio empresarial en la población adulta varía mucho de un país a otro y, por lo general, las tasas más altas van de la etapa inicial a la etapa intermedia de las economías en desarrollo. Las tasas más bajas de participación de la mujer corresponden a países islámicos conservadores donde las mujeres representan hasta el 70% de los desempleados, así como a algunos países asiáticos y europeos donde las tasas de participación empresarial masculina también son muy bajas. Las tasas más altas de actividad empresarial de la mujer se registran en países como China y Tailandia cuyas economías crecen rápido y donde existe una fuerte tradición de participación de la mujer en la mano de obra.

Si bien la brecha de género en la actividad empresarial varía considerablemente de un país a otro y en cada nivel de desarrollo, el patrón de género es bastante similar año tras año. No es sorprendente que las brechas más grandes correspondan a países islámicos conservadores y algunas economías avanzadas donde se atrae a las mujeres a puestos de trabajo que ofrecen sólidas prestaciones de apoyo familiar tales como servicios de cuidado de niños, generosas licencias y horario de trabajo flexible o a tiempo parcial. Las brechas de género más pequeñas se encuentran en países asiáticos con alta participación femenina en la fuerza de trabajo y aquellos países con los niveles más bajos de actividad empresarial, principalmente, Japón y la República de Corea.

En varios estudios del GEM se investigó la amplia variación de las tasas de participación económica de hombre y mujeres de un país a otro. Algunos la atribuyen a factores estructurales como el desempleo, la riqueza nacional, el crecimiento económico y la libertad económica. No obstante, y tal como muestra el gráfico, aún hay variaciones sistémicas en los tres tipos de desarrollo económico (impulsado por factores, impulsado por la eficiencia e impulsado por la innovación), de ello se desprende que los factores económicos no explican totalmente los patrones de género que se constataron. Investigaciones de multinivel y transnacionales en las que se utilizaron datos del GEM dan a entender que la tasa de liderazgo empresarial de la mujer, la desigualdad salarial de género y el gasto público en cuidado de niños influyen en la decisión de las mujeres de crear una empresa.

Las barreras al empresariado femenino y las empresas de mujeres abarcan el acceso a capital, educación y formación; libertad de trabajar y pensar, mentoría e ideales culturales de empresarias fuertes y liderazgo político. La índole y el efecto de los procedimientos discriminatorios varían de un país a otro. Por ejemplo, en algunos países en desarrollo, las mujeres tropiezan con graves barreras al capital porque sus derechos a la propiedad son limitados y los procesos empresariales establecidos incluyen determinadas exigencias solo para la mujer, tales como los cosignatarios de préstamos. La medida en que la organización familiar y las creencias religiosas restringen la libertad de trabajar y viajar de la mujer también varía de uno país a otro. 

En las economías avanzadas, las barreras al éxito del empresariado femenino son más sutiles y más difíciles de medir. Por ejemplo, las diferencias de género en el acceso a capital son aún palpables, pero esas diferencias se explican en gran medida por el tamaño, la edad o el sector de la empresa y la educación y experiencia del dueño. Los expertos se focalizan en la fina línea que existe entre discriminación y elección propia. Los factores discriminatorios pueden incluir expectativas menos favorables para las empresarias en términos de competencias, impacto de las diferencias de comunicación para cimentar la confianza y credibilidad en puntos de inversión. Los factores de elección propia abarcan las preferencias por distintos estilos de vida y sectores, así como niveles inferiores de confianza y autoeficacia en los contextos del empresariado y el autoempleo.

Un análisis sobre la mujer, publicado en el GEM 2008, revela que hasta un 30% de la variación de género en la participación económica de un país a otro obedece a factores relacionados con el medio ambiente y el acceso a recursos. Indudablemente, los formuladores de políticas tienen que considerar las oportunidades y la proporción de la población capaz de crear una empresa y lograr que tenga éxito. En términos de competencias y recursos, las mujeres no están en buena posición para ello en muchos países. Las empresarias tienden a estar mejor preparadas que los empresarios para crear empresas en distintos sectores (por lo general en aquellos de servicios muy competitivos) con menores expectativas de crecimiento, pero con niveles similares de innovación y más probabilidades de optar por objetivos no económicos.

Ahora bien, en el caso de la mujer, los factores más significativos de predicción de una nueva actividad empresarial son las percepciones de sí misma y el entorno, incluidas la confianza, la expectativa de oportunidades y el temor a fracasar. Según resulta, las mujeres comparten opiniones similares acerca del entorno, pero tienden a tener menos confianza y se muestran más sensibles al temor de fracasar, sobre todo en economías desarrolladas. 

Recientes constataciones del GEM también dan a entender que hombres y mujeres se proponen distintas metas en los negocios; los empresarios son más propensos a centrarse exclusivamente en obtener ganancias y las empresarias a poner el énfasis en objetivos y valores sociales. Esas constataciones son coherentes con teorías y estudios cualitativos del empresariado femenino que revelan que las mujeres tienden a tener menos expectativas de crecimiento y preferir empresas más pequeñas. De esas teorías y constataciones se deduce que mientras las mujeres se focalizan en producir un rendimiento de alto valor para los clientes, quizás se centren menos que los hombres en la incorporación al mercado, la competencia y la valoración de la empresa. 

La diferencia de objetivos, acceso a recursos, responsabilidades familiares y credibilidad empresarial junto con las oportunidades disponibles configuran una caracterización propia al empresariado femenino. La investigación basada en diversas fuentes de datos, incluido el GEM, demuestran la vitalidad del aporte de la mujer a través del desarrollo de robustos ecosistemas con sólidos cimientos comunitarios para apoyar el crecimiento y la prosperidad de la economía. Creando empresas a pesar de los obstáculos, las mujeres logran hacer un aporte sustancial al desarrollo socioeconómico sostenible. Los esfuerzos de las mujeres redundan en avances significativos de los servicios de educación, alimentación y atención de salud, y cada vez más en el campo de la alta tecnología porque estudian ciencias, matemáticas y tecnología.

Incumbe a gobiernos y dirigentes comunitarios establecer un claro programa de apoyo a la educación y las oportunidades para empresarias y reconocer que invertir en ellas y mujeres dirigentes será rentable. La investigación y los debates políticos tienden a sugerir que la inversión en el avance de la mujer es una propuesta de suma cero, pero no es así. De hecho, la mayor parte de las actividades empresariales engloba a hombres y mujeres que trabajan juntos para suplir las necesidades del mercado y la comunidad. Invertir en empresarias garantiza una base más solida de crecimiento económico porque esa inversión repercutirá en toda la comunidad dando lugar a un ecosistema empresarial más fuerte.