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Resultados sostenibles demuestran el poder de la inclusión

30 marzo 2012
ITC Noticias

Las oportunidades de exportación que ofrecen los mercados mundiales pueden estimular el crecimiento y crear empleo, pero solo son sostenibles si se consideran las dimensiones ambientales y sociales del desarrollo del comercio y la relación entre estas y la competitividad. Desde el punto de vista ambiental, cuestiones como la gestión del capital natural y la difusión de tecnologías verdes son esenciales para las oportunidades de crecimiento competitivo y sostenible. Un foro común para abordar acuerdos comerciales y ambientales también podría ser beneficioso para cuestiones concretas de comercio y aplicación. Desde la perspectiva social, la inclusión de género es un probado motor de cambio para mejor que en los países en desarrollo permite perfeccionar habilidades y puede acrecentar la competitividad de sectores comerciales.

Medio ambiente y competitividad

En muchos países, el temor de disminuir la competitividad es uno de los principales impedimentos para aplicar políticas ambientales más rigurosas, pues preocupa que una modificación redunde en la deslocalización a esos países con normas más permisivas que se han dado en llamar paraísos de contaminación. Ahora bien, recientes estudios que recoge el informe Greening Growth: a Path to Sustainable Development del Banco Mundial muestran que las políticas ambientales tienen ínfimo impacto en la competitividad y no hay prueba alguna de que generen pérdidas de puestos de trabajo por el éxodo de empresas a dichos paraísos. Los costos de disminuir la contaminación representan tan solo una pequeña parte de los costos de producción de la mayoría de las ramas de actividad económica; de ahí que factores como la disponibilidad de capital, la abundancia de mano de obra, la ubicación, las instituciones y los efectos de aglomeración suelan ser más importantes que las políticas ambientales a la hora de decidir dónde se instalará y cómo competirá una empresa.

Tratándose de un sector muy dependiente de capital natural, la aplicación de una exigente política ambiental es una condición necesaria para su competitividad a largo plazo. Sin los debidos derechos de propiedad, crecientes presiones comerciales pueden provocar el rápido agotamiento de ese capital y cualquier ganancia a corto plazo que genere el aumento del comercio puede verse contrarrestada por el ulterior colapso de la base de recursos. El establecimiento de derechos de propiedad seguros puede redundar en una impresionante mejora de la gestión del capital natural. Por ejemplo, en Rwanda, tras la reglamentación de la propiedad de la tierra, la inversión en conservación del suelo duplicó y fue mayor cuando las tierras estaban en mano de mujeres. Los países pueden utilizar una base de recursos naturales bien gestionada para ascender en la cadena de valor –por ejemplo, creando un sector de procesamiento secundario– y de esa forma aprovechar oportunidades en los mercados mundiales.

Difusión de tecnologías verdes 

El comercio es crucial para ayudar a los países en desarrollo a enverdecer sus procesos de crecimiento, lo que también puede contribuir a la difusión de la innovación verde. La consecución de esos procesos verdes no tiene por qué presagiar una nueva era de proteccionismo, sino todo lo contrario, porque es más probable que la transferencia de tecnología limpia se vea limitada por las tarifas de tecnologías de energía renovable y los subsidios de combustibles fósiles, antes bien que por la pauta tradicional de protección.

Pocos países en desarrollo tienen la capacidad de crear una innovación verde que transcienda fronteras, pero sí un gran potencial de recuperación de esa innovación mediante la adopción y adaptación de las tecnologías verdes existentes; potencial que se puede medir por la producción y el comercio de bienes y servicios verdes que materializan esas tecnologías. Los bienes ambientales –que según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos son aquellos que permiten medir, prevenir, limitar, minimizar o corregir el daño ambiental al agua, el aire y el suelo, así como considerar problemas relativos a residuos, ruidos y ecosistemas– representan una parte creciente de las exportaciones y los países en desarrollo están apenas por detrás que las regiones desarrolladas.

Aunque las exportaciones verdes se enlentecieron en los países en desarrollo, salvo en la región de Asia Oriental y el Pacífico, eso no quita que esos países posean un potencial significativo de conquistar nuevos sectores verdes porque ya producen bienes que aunque no son verdes están a punto de serlo en lo que respecta a los requisitos de insumos o tecnologías de producción. Esa proximidad entre productos puede facilitar la evaluación de toda la capacidad de exportación verde. Por ejemplo, un país que tiene la capacidad de exportar manzanas, probablemente ya reúna la mayoría de las condiciones necesarias para exportar peras, pero no forzosamente productos electrónicos. La incorporación de ese potencial en el análisis muestra que el comercio de bienes verdes y a punto de serlo se cifra en tres a cinco veces más que el de bienes verdes exclusivamente.

Un foro común para acuerdos comerciales y ambientales

Es preciso considerar acuerdos de comercio y acuerdos ambientales globales, por ejemplo, sobre biodiversidad o cambio climático, en un foro común. En la Conferencia Inaugural de la Plataforma de Conocimientos sobre el Crecimiento Verde, celebrada en Ciudad de México en enero de 2012, Brian Copeland de la Universidad de Colombia Británica propuso que vincular las conversaciones sobre comercio y clima sería una buena forma de abordar cuestiones de fuga y aplicación. Por ejemplo, muchos países plantearon aplicar ajustes fiscales en frontera (AFF), un arancel importante sobre bienes con un alto coeficiente de contaminación, para que las reglas del juego fueran más equitativas entre aquellos países que imponen un arancel bajo o ninguno y aquellos que imponen altos aranceles. Ahora bien, fijar los AFF es sumamente complejo, está sujeto a un uso indebido por motivos proteccionistas y puede desatar guerras comerciales si los países destinatarios deciden tomar represalias.

Considerar juntos asuntos comerciales y ambientales podría propiciar acuerdos de comercio en los cuales las partes aceptaran sustituir los AFF por un impuesto a la exportación en el país de origen, lo que daría mejor resultado. Por ejemplo, en la querella entre Canadá y Estados Unidos por el comercio de madera blanda, se acusó al primero de subvencionar las exportaciones al segundo; pero la aplicación de un impuesto a la exportación en Canadá no solo fue una solución más eficiente que la tarifa de importación compensatoria de Estados Unidos, también aumentó el bienestar de Canadá respecto al nivel de libre comercio.

Género y competitividad 

Las intervenciones en políticas de comercio que se centran claramente en cuestiones de género aseguran que una mayor parte de la población perfeccione sus competencias y un número creciente de productores tenga acceso a herramientas que le ayudarán a aprovechar las oportunidades que ofrecen los mercados mundiales. Tal como se subraya en un reciente artículo de Elisa Gamberoni y José Reis, en cualquier sector orientado al comercio existe un vínculo directo entre la mejor consideración de las cuestiones de género y la competitividad.

Un marcado desequilibrio de género en algunos sectores puede indicar que determinadas cuestiones de género, tales como la desigualdad de acceso a la formación, les mantenga en un estado de baja productividad. Citemos como ejemplo el sector del vestido de la República Democrática Popular Lao, este sector con alto coeficiente de mano de obra y donde tradicionalmente, las mujeres hacen el grueso del trabajo, es fuente de una gran parte de la exportación de manufacturas del país. En una nueva iniciativa liderada por el Plan de Acción sobre Cuestiones de Género del Banco Mundial se evaluará la dimensión de género de la actual organización del trabajo con el objetivo final de mejorar la competitividad del sector.

Esas teorías y esos ejemplos prácticos de inclusión y su relación con la competitividad demuestran los resultados positivos del comercio y el potencial de los países en desarrollo. Cada una por su lado, las políticas comerciales, ambientales y de género pueden ser potentes motores del desarrollo sostenible y en conjunto apoyar una magnitud de cambio.