La política ambiental contribuye a erradicar la pobreza
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Rio+20, que se celebrará este año tendrá la misma sede, Rio de Janeiro, Brasil, y el mismo objetivo global que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de hace 20 años. Ahora bien, los problemas sociales y ambientales del siglo XXI cambiaron notablemente las condiciones de fondo. Las consecuencias del cambio climático, la desertificación y la pérdida de biodiversidad son hoy realidades. La escasez de recursos trae aparejada la inseguridad alimentaria, energética y del agua haciendo peligrar el bienestar humano. Además, esa escasez afecta en forma desproporcionada a los pobres que dependen en gran medida de los recursos naturales. A pesar de dos siglos de crecimiento económico sin precedente, más de 2.000 millones de personas viven en la pobreza. Un rasgo común del núcleo de estas crisis es la asignación tan desacertada de capital que redundó en mayores riesgos ambientales, la pérdida de capital natural y, por ende, la pérdida de medios de subsistencia.
Mientras los gobiernos se preparan para Rio+20, se reconoce ampliamente que la economía verde podría servir de catalizador y contribuir a la implementación del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. En el informe Hacia una economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, publicado por el PNUMA en 2011, se señala que invertir el 2% del PIB mundial en la transición hacia una economía verde permitiría que la economía mundial creciera a una tasa más alta a mediano y largo plazo, al tiempo que reduciría los riesgos ambientales y las escaseces inherentes de nuestra actual economía 'marrón'. Esas conclusiones demuestran que el desarrollo económico y la inversión en el medio ambiente no tienen por qué estar reñidos.
La economía verde ha de concebirse como una economía baja en carbono, eficiente en el uso de recursos y socialmente inclusiva que es respaldada por inversiones públicas y privadas, reduce las emisiones de carbono y la contaminación, mejora la eficiencia energética, impide la pérdida de servicios de biodiversidad y ecosistemas, y reduce los riesgos ambientales. En la economía verde, el capital natural se conserva, se mejora y, llegado el caso, se reconstruye como un bien económico y una fuente de medios de subsistencia y beneficios públicos. Por ejemplo, en el distrito de Makete de la República Unida de Tanzanía, los recursos de bosques y pastizales son esenciales para la protección de la cuenca hidrográfica y la producción agropecuaria. El uso de prácticas de gestión de los bosques por minifundistas como estrategia de adaptación al cambio climático, no solo generó una nueva corriente de ingresos para las comunidades locales, también mejoró su resiliencia frente a ese cambio.
De hecho, la economía verde ofrece a los países en desarrollo, incluidos los menos adelantados (PMA), múltiples posibilidades de aumentar los medios de subsistencia y proteger el entorno natural. Nuestro actual modelo de crecimiento económico y el consiguiente enfoque del desarrollo fracasaron en lo que respecta a reducir la pobreza y generar empleo en comunidades pobres. En algunos países en desarrollo, hasta el 90% del PIB está vinculado con la naturaleza o elementos del capital natural como bosques y cuencas hídricas.
Por ejemplo, los resultados de una evaluación realizada en Kampala, capital de Uganda, revelaron que el cercano humedal de Nakivubo proporciona un valor económico que oscila entre $EE.UU. 1 millón y $EE.UU. 1,75 millones anuales en servicios de depuración de aguas residuales y retención de nutrientes. Los investigadores concluyeron que los servicios prestados por el humedal creaban medios de tratar las aguas residuales de Kampala mucho más baratos que la ampliación y el mantenimiento de nuevas instalaciones. Aun así, el capital natural del que dependen muchas comunidades pobres, como el humedal de Nakivubo, hasta ahora fue subevaluado.
La transición hacia una economía verde promueve inversiones en sectores vinculados con dicho capital como los de energía renovable, agricultura orgánica, silvicultura, turismo sostenible y servicios mejorados de ecosistemas. Todo ello puede permitir que los países en desarrollo y los PMA, así como los pobres rurales de países de ingresos medios, eviten la trampa de la pobreza. A su vez, las oportunidades económicas que generan esas inversiones pueden promover la integración de comunidades pobres en la economía mundial.
Modificar los patrones de producción y consumo durante la transición hacia la economía verde abrirá nuevos mercados o fortalecerá los mercados existentes de productos y servicios sostenibles desde el punto de vista social, ambiental y económico. Aunque los países en desarrollo de riqueza natural tienen una ventaja comparativa en la producción de esos bienes y servicios, la mayor parte del consumo se da en países desarrollados. La economía verde ofrece a los países en desarrollo una verdadera oportunidad de aumentar su comercio de bienes y servicios sostenibles y lograr el crecimiento económico mediante los ingresos de exportación.
Por ejemplo, el turismo es uno de los tres generadores de divisas de 23 de los 48 PMA, en particular, aquellos isleños que dependen en grado sumo de los ingresos turísticos. Las operaciones de ecoturismo, que suelen ser de pequeña escala y estar en manos de la comunidad, protegen los ecosistemas y generan empleo para trabajadores rurales no calificados en regiones que no disponen de capital ni instalaciones para actividades industriales. El ecoturismo creció en forma significativa en la última década y se calcula que en 2012 captará el 25% de los ingresos turísticos del mundo. Los ingresos generados por turistas internacionales pueden ascender a $EE.UU. 240.000 millones y como la mayoría de los destinos de ecoturismo se encuentra en países en desarrollo, el potencial económico y de desarrollo salta a la vista. En la República Democrática Popular Lao, por ejemplo, el ecoturismo es hoy una floreciente actividad económica que contabiliza casi la mitad del total de los ingresos turísticos. Cabe señalar que el número de turistas internacionales saltó de 1 millón en 2005 a más de 20 millones en 2009.
El comercio de productos basados en la biodiversidad tales como cosméticos, medicamentos, alimentos e ingredientes alimentarios naturales representa otra posibilidad importante para los países en desarrollo. La demanda de esos productos creció en forma significativa y presenta un considerable potencial de seguir creciendo, por lo cual, las ganancias pueden ser considerables. Citemos como ejemplo, los agentes anticancerígenos que proceden de organismos marinos cuyo valor se estimó en $EE.UU. 1.000 millones en 2006.
Muchos países en desarrollo también tienen un gran potencial de explotar energías renovables para el desarrollo. La falta de electricidad es un impedimento persistente para el desarrollo económico, pues dificulta o impide iluminar casas y escuelas, disponer de redes de comunicación, refrigerar alimentos y fármacos, así como crear empresas e industrias. El 77% de la población de los PMA no tiene un acceso fiable a la electricidad y la energía de muchos pobres rurales depende de la quema de biomasa. A su vez, eso contribuye a la deforestación, la desertificación, la contaminación interna y la salud precaria. Dotar de electricidad a comunidades pobres es un importante aporte que la economía verde puede hacer a la erradicación de la pobreza. La energía renovable es particularmente prometedora para el suministro de energía en regiones sin la adecuada infraestructura de redes.
Varios PMA, entre ellos Bhután, Nepal, Senegal y la República Unida de Tanzanía, promovieron proyectos de electrificación rural mediante energía renovable como principal opción tecnológica de su estrategia nacional de energía, muestra de políticas de economía verde en acción. Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, proclamó 2012 Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos a efectos de destacar la función del acceso a la energía limpia en minimizar los riesgos climáticos, reducir la pobreza y mejorar la salud mundial.
Toda la humanidad depende de servicios de ecosistema y hasta las poblaciones más ricas son vulnerables a las consecuencias del deterioro del ecosistema en un mundo globalizado. Ahora bien, las comunidades pobres que dependen en gran medida de los recursos y servicios naturales son las que cargan en forma desproporcionada con el peso de ese deterioro, así como de otros riesgos y carencias ambientales. Ahora bien, la transición hacia la economía verde ofrece a los países en desarrollo y los PMA múltiples posibilidades económicas y de desarrollo que podrán aprovechar si establecen las instituciones y los marcos políticos que corresponden. A la vez, compete a la comunidad internacional prestar apoyo técnico y financiero para ayudar a los países en desarrollo en la transición hacia la economía verde. Rio+20 ofrece la oportunidad sin parangón de impulsar esa economía y comprometerse con más acción en la materia, lo que nos acercará más al objetivo común del desarrollo sostenible para 7.000 millones de personas, número que pasará a unos 9.000 millones en 2050.