Crecientes dolores: La influencia del cambio climático en la agricultura
Gran fuente de emisión de gases de efecto invernadero (GEI), la agricultura se resiente del cambio climático al que también contribuye. Resolver la tensión entre las necesidades de seguridad alimentaria y la reducción de esas emisiones supone un reto de talla para el desarrollo y el comercio desempeña un papel al respecto.
La agricultura se resiente del cambio climático
Actualmente, el mundo se encamina a un aumento de 4ºC en la temperatura media de aquí a fines de siglo. La consiguiente reducción del rendimiento agrícola repercutirá gravemente en la capacidad de alimentación mundial, en particular, habida cuenta del crecimiento demográfico y el mayor consumo de alimentos con más calorías a medida que suben los ingresos en los países en desarrollo.
El cambio climático tendrá un impacto negativo en la producción de alimentos, pues hará aumentar el precio de los mismos y pondrá en peligro puestos de trabajo y medios de subsistencia en zonas rurales. El número de personas expuestas al riesgo del hambre podría ser entre un 10% y un 20% superior en 2050; paralelamente, África y zonas de Asia meridional y América Central son las más expuestas a los riesgos del cambio climático.
Las temperaturas más altas, la variación de los patrones de precipitación, la creciente frecuencia de sequías y fenómenos climáticos extremos, el derretimiento de glaciares y el aumento del nivel del mar repercuten negativamente en la agricultura de los países en desarrollo y perturban la estabilidad del suministro de alimentos. En la mayoría de esos países, el rendimiento agrícola disminuirá, pues se sitúan en latitudes inferiores donde las temperaturas superan los niveles óptimos para la agricultura. La desnutrición también aumentará a causa de la menor disponibilidad y calidad del agua.
Algunos analistas sostienen que constantes mejoras tecnológicas (por ejemplo, en la fitogenética y la biotecnología) contribuirán a mantener los rendimientos agrícolas frente al aumento de las temperaturas, pero tal vez no sea la panacea por los motivos que siguen.
1. La revolución verde se enlenteció, limitando el alcance de un mayor rendimiento. En las décadas de 1960 y 1970, el rendimiento de cereales aumentó un 2,7%, pero en los 25 últimos años del siglo pasado disminuyó de 1,7%.
2. Incluso si el rendimiento no se enlentece, puede haber un desequilibrio entre la creciente demanda y la producción de alimentos. Se calcula que la población mundial ascenderá a 9.000 millones en 2050. Además, en los países en desarrollo aumentan los ingresos y los consumidores optan por alimentos con más calorías cuya producción requiere más energía.
Los expertos calculan que para ajustarse a esos cambios, el mundo tendrá que producir entre un 60% y un 100% más de cereales y ganado. Y para agravar el problema, tierras donde antes se cultivaban alimentos ahora se dedican a productos para biocombustibles. Otros factores limitan el crecimiento del suministro agrícola, a saber:
• la oferta de nuevas tierras es escasa y la urbanización invade tierras dedicadas al cultivo;
• la producción se ve amenazada por el daño a recursos que hasta ahora eran sostenibles (por ejemplo, la salinización del suelo) y en gran parte del mundo en desarrollo, la escasez de agua se agudiza, lo que limita la expansión del riego;
• la inversión pública en la agricultura africana fue ínfima (4% del PIB en 2004 frente al 10% en Asia), lo que causó pérdidas de servicios de extensión e infraestructura, y la inversión equivocada se generaliza; citemos como ejemplo, las transferencias y los subsidios a la producción que reciben los agricultores más ricos.
El papel del comercio en la adaptación
El comercio genera divisas para pagar la adaptación (por ejemplo, servicios de infraestructura y salud pública). Más concretamente, las importaciones pueden compensar la carestía creada por el cambio climático y otros factores. Ahora bien, si aumentan la importación de cereales, los países con déficit alimentario tienen que pagar el precio. Los importadores podrían empeorar sus términos del comercio, si juzgan necesario aumentar sus ingresos de exportación recurriendo a otras mercancías (quizás con alto coeficiente de mano de obra) para costear la mayor importación de alimentos. Si los países con excedente alimentario vuelven a aplicar prohibiciones a la exportación como lo hicieron frente al alza rápida de los precios en 2007-2008, aumentar las importaciones será aún más caro.
La agricultura contribuye al cambio climático
La agricultura representa el 14% de la emisión mundial de GEI y alrededor del 30%, si en el cálculo se incluye el desmonte para tierras de cultivo y la fabricación de agroquímicos. Casi el 80% de las emisiones de la agricultura, incluida la deforestación, procede de países en desarrollo.
El total de esas emisiones aumenta a medida que aumenta la oferta. La intensidad de las emisiones de la producción (es decir, la cantidad de emisiones de GEI por unidad de alimentos producidos) también está en aumento debido a la mayor demanda de carne, sobre todo en países en desarrollo. Por ejemplo, las emisiones de GEI de la producción de carne de vaca son 13 veces superiores a las de aquella de proteínas vegetales (por ejemplo, lentejas o tofu).
En principio, existe un alto potencial técnico para reducir las emisiones de la agricultura mejorando prácticas de cultivo y almacenando carbono en el suelo, pero formular políticas de incentivos para que los agricultores lo hagan es mucho más complicado que reglamentar industrias donde los factores de contaminación son fáciles de controlar.
El principal obstáculo en el diseño de políticas para mitigar el impacto del clima en la agricultura consiste en medir, notificar y verificar (MNV) la reducción de emisiones, lo que puede resultar difícil en países donde hay millones de minifundistas y los sistemas reguladores son frágiles. Además, se dispone de muy poca financiación para proyectos de mitigación en la agricultura; por ejemplo, el Mecanismo de Desarrollo Limpio destina tan solo el 1% de su presupuesto a la agricultura y los mercados de créditos voluntarios de carbono siguen siendo limitados en dicho sector.
El papel del comercio en la mitigación
Rara vez se puede decir si el impacto ambiental de la exportación de alimentos es positivo o negativo. A medida que aumenta el comercio también aumentan las emisiones y el volumen de ese aumento depende en gran medida de los medios de transporte. Por ejemplo, se considera que las emisiones del transporte marítimo son más bajas que las del transporte aéreo.
Muchos consumidores occidentales aceptan el concepto de ‘millas de alimentos’, pero las pruebas empíricas muestran que el comercio posibilita el flujo de alimentos producidos con insumos que utilizan poca energía (en regiones cálidas) y que de no ser así, requerirían mucha energía (en regiones más frías). Allí donde persisten preocupaciones por las emisiones del transporte, la mejor forma de abordarlas es incluir el transporte aéreo y marítimo en la fijación del precio internacional del carbono, en lugar de bloquear el comercio.
Minoristas de países desarrollados piden que los exportadores midan la huella de carbono de todo el ciclo de vida de los productos alimenticios, pero como los métodos no están armonizados, encarecen el acceso a los mercados de los exportadores y confunden a los consumidores. La eficacia en función de los costos de la reducción de emisiones determinada por la medición del etiquetado aún no se demostró. Además, en los debates acerca de los aranceles sobre el carbono no solo se tropieza con dificultades políticas, sino también administrativas acerca del cálculo del arancel sobre millones de productos importados.
No cabe duda que otras medidas comerciales tienen repercusiones negativas en el medio ambiente. La exportación de biocombustibles de los trópicos se ve restringida por los aranceles de importación. Dado que en término de energía y emisiones, el desempeño del etanol obtenido de la caña de azúcar (procedente de los trópicos) es superior al de aquel que se produce con maíz, la liberalización del comercio del primero redundaría en una oferta global más eficiente y mejoraría el equilibrio energético de los biocombustibles. Al igual que las consecuencias de las prohibiciones de exportación, esta medida subraya la necesidad de contar con un apropiado marco comercial (por ejemplo, para evitar aranceles y subsidios injustificados) que fomente más confianza en el sistema de comercio. Al respecto, es importante concluir la Ronda de Desarrollo de Doha de la OMC.
En el mejor de los casos, las medidas comerciales que operan en forma aislada resultan instrumentos erróneos para abordar el cambio climático, pues podrían empeorar la seguridad alimentaria e incluso aumentar las emisiones netas. Concertar esfuerzos para liberalizar el comercio estableciendo un marco apropiado contribuiría a reducir las emisiones de la producción agrícola y a mejorar la seguridad alimentaria, allanando las desigualdades regionales de acceso a los alimentos.
Nota: A finales de 2011 el ITC publicará la Guía del Exportador: La huella de carbono en los productos.